
Recrear escenas de niebla o lluvia es un reto muy atractivo para cualquier pintor de paisajes. Lograr sugerir con éxito estos efectos atmosféricos depende sobre todo de seleccionar la paleta tonal y el esquema de color y contraste adecuado. En estos días la visibilidad es reducida y la atmósfera densa y opaca, predominando el color gris. Lo adecuado es empezaremos con una paleta de tonos neutrales, que tienda hacia colores más bien agrisados. No quiere esto decir que haya que pintar solo con grises, sino que en la gama de colores escogida (verdes, violetas, etc…) debe de haber cierta tendencia hacia ese color.

A medida que vayamos de los planos lejanos a los cercanos podemos incrementar la intensidad y saturación del color, para sugerir un efecto de cercanía y enriquecer moderadamente el cromatismo del cuadro.
En el esquema de colores deben de predominar los análogos, ya que cuanto más cercanos sean entre sí, mayor armonía atmosférica se logrará. Para romper la excesiva monotonía que un cuadro sólo de análogos puede ocasionar, los contrastaremos con el complementario que veamos más adecuado.
Controlar el nivel de contraste de claros y oscuros es vital. Cuanto más reducido éste sea, mayor densidad atmosférica y apariencia de niebla o lluvia lograremos. Por el contrario, a mayor contraste y nitidez, más diáfana será la luz. Obviamente, aquellas zonas más alejadas serán menos contrastadas y las más cercanas, este aumentará.

Por último, hay que prestar gran atención a los contornos de los objetos. Cuanto más borrosos o diluidos aparezcan, mayor efecto atmosférico habrá. En estso días, este debe de ser muy presente.

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